Yo era un caníval.

 Llegué a pagar por sexo siendo antes mercancía. Las máquinas pornográficas como XVIDEOS o PORNHUB, me pulsionaban hacia la búsqueda ansiosa de un placer que, en esa misma búsqueda adicta, era imposible.

 El cerebro adicto: cómo las drogas anulan las capacidades humanas - Infobae

 Un profundo narcisismo me llevaba a querer más, siendo, a la vez, menos. Pasé de ser mercancía, animal que en lugar de dar su carne ponía también su dinero: Pantalla - Masturbación - Anorgasmia - Pantalla - Masturbación - ... En las webcams.

Y más, dije, ve.

Y fui.

Y visité. Y pagué. Y seguí consumiendo(me). Y, entonces, implosioné.

Más vacío que mi propia mierda.

Fue, entonces, que encontré a Ariadna, o su hilo. El laberinto del minotauro de la adicción consumista (totalmente legal y totalmente instaurada y permitida y legislada y regulada y...) me atrapó. Y Ariadna me salvó.

Aquel día, yo creía querer sexo, pero en realidad, lo que necesitaba es que me quisieran. Y Ariadna me quiso. Me cuidó. Me brindó su guarida.

Entonces, el caníval, el monstruo, no fue domesticado, sino amansado por una música. Por palabras.

Y algo en mí, descansó.

Sólo puedo dar las gracias.

Comentarios

Entradas populares de este blog

Amor

Las mujeres sin rostro.

Trata y esclavitud sexual.