Miriam


 Nunca podré olvidar a Miriam.

Fue en un piso que funciona como casa de encuentros, con madanmme y todo, en el centro de Santa Coloma. Uno de los varios lugares que utilizan la crisis habitacional de nuestros días para colocar un negocio bastante lucrativo.

Fui recomendado por un foro conocido de prostitución en Cataluña, buscando a otra chica. Luego supe que esta chica llevaba semanas sin estar por allí, pero la seguían anunciando como reclamo. Una práctica muy extendida en este tipo de lugares, que uitlizan la clandestinidad para llevar a cabo prácticas fraudulentas que no permitiríamos en ningún otro tipo de establecimiento. Por supuesto, también con las chicas y, por supuesto, también con los clientes. Quien piense que en este tipo de sitios el cliente es bien tratado, muy al contrario. La inmensa mayoría de los puteros requerimos un alto nivel de discrección, no sólo si están casados. Y eso, muchas veces, dificulta que alncen la voz sobre las situaciones que se viven, sobre el trato que se da a las profesionales o que se nos da a nosotros mismos.

Como os digo, fui por otra chica, pero me dijeron que en ese momento "estaba ocupada". Así que me recomendaron entrar con "otra que es muy parecida", y que es la única disponible.

Físicamente era muy guapa. Joven, entre 25 y 30 años. Cuando empezamos a hablar, su nivel de colocación era tal que no podía entenderla. Pensé al principio que era porque no hablaba mi idioma. Pero la dificultad para mantener la verticalidad me dieron pistas para ver que no era ese el problema.

Se tiró sobre la cama y se abrió de piernas, girando la cabeza hacia un lado. Yo estaba desnudo, pensando en la ducha que creí me había ofrecido, y quizás en algún momento lo hizo y después lo olvidó... quién sabe qué pasó por su mente. Sabía que hiciera lo que hiciera, me podía despedir de los 120€ que había soltado al entrar. En ningún momento se me pasó por la cabeza ni por el pene la idea de tener relaciones sexuales con ella. No porque sea un santo, que obviamente no lo soy, no porque sea mejor que nadie, sino porque a la inmensa mayoría de los hombres nos es absolutamente imposible tener una erección si no hay una invitación sexual al otro lado.

En estos días en los que se da por sentado nuestro deseo violador, y más aún en el mundo putero, quizás esto que pongo por escrito aquí pueda ser leído como una mentira. Se trata, de nuevo, del desconocimiento del mundo de los puteros. No conozco a nadie, y conozco a bastante gente, que pueda sostener una erección no ya contra la voluntad, sino sin la suficiente incitación por parte del otro lado. Otra cuestión es que esa incitación sea performativa... pero desde luego, eso ya abre mucho tema, cómo el deseo llama al deseo y demás. Pero desde luego no sólo se necesita consenso, no sólo es que no me rechace, yo y muchos como yo, necesitamos que ese cuerpo nos llame.

Y Miriam no sólo no nos llamaba, sino que se habí a extendido sobre la cama como una especie de trapo de respiración lenta.

Pensé en vestirme y salir de allí. Recriminar a la madamme. Pensé en qué consecuencias podía tener eso para la chica. Así que no me vestí. Me quedé allí, a su lado, sentado. Había contratado una hora. Pensé que quizás en una hora ella recuperaría un poco el conocimiento y podría contarme cosas.

Así pasé mi hora, observando la porquería que había en cada rincón, reparando en el olor a cerrado que había pasado por alto, la mesita de noche con preservativos y lubricante, y Miriam, que ya directamente roncaba.

No llegó la hora. Escribí algunas cosas en mi móvil. Un pequeño relato sobre aquella situación, que días después borré porque me pareció tristísimo. Y pasados 45 minutos, sonó un timbre en la habitación. Es la señal. Se supone que había pasado la hora, pero, la verdad, fue lo único que agradecí: que hicieran pasar el tiemp más rápido.

Intenté despertar a Miriam. Quería hablar con ella primero, después ya sólo que no le regañaran. Pero era imposible. Me vestí y salí. Busqué a la madamme, y tardé en encontrarla. Tuve que dar varios gritos en aquella especie de saloncito de espera. Fui vehemente, fui muy claro. Le dije claramente que llamaría a la policía.

Me quiso devolver 200€.

En el lío, Miriam salió de la habitación. No sabía cómo salir de esa situación. estaba totalmente atascado. ¿Qué hacer? Si me iba, ¿qué le harían a Miriam? Podía salir por esa puerta y en el tiempo que tardara en llegar la policía ya haberse marchado. Estaba dispuesto a mantener mi posición de fuerza el tiempo que fuera necesario hasta encontrar algo que me agradara. Toda mi frustración me conviritó en una muralla.

Una muralla que se derritió.

 "Es mi madre", me dijo. Miriam se acercó a mi lado, me tocó el brazo y se puso junto a la madamme. El parecido, que estaba dispuesto a negar por encima de cualquier cosa, era evidente. De hecho, la madre también estaba algo colocada.

Extremeña la madre, nacida ya catalana la hija, vivía en el barrio de La Mina. Una entidad bancaria se había quedado con su casa, que aún ocupaban... Y la historia seguía. ¿Verdadero o falso? La única verdad es que estaba completamente desarmado. Me quisieron invitar a un café, pero llegó un cliente para la madre.

Me dijeron su nombre, me enseñaron su DNI. Me enseñaron las denuncias de la policía por ruido. Me dijeron que lo mismo los vecinos volvían a llamar por el follón que yo había hecho.

Me fui a mi casa. Vi "Lo que el viento se llevó". Me sentía como un idiota que no sabe nada del mundo.

Y sólo puedo agradecer a esas mujeres que de tal manera me abren la cabeza y el corazón.

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