La pequeña muerte

Sexo Tántrico

 Correrse. Acto simbólico y, a la vez, real. Punto álgido de la relación, orgasmo, metáfora que une los cuerpos a un significado común. Está ligado a toda una razón y emoción, a una historia. Tiene tanto peso, que parece como si su ausencia mostrara un fracaso. Y, si pagas, tal fracaso puede volverse inaceptable.

"El cliente siempre tiene la razón", dicen.

Pero, curiosamente, en este mundo en el que supuestamente yo como cliente soy un macho explotador y violador en potencia, es donde más he aprendido que soy yo quien debe adaptarse y que tengo delante un ser humano íntegro, con sus peculiaridades, y precisamente eso es lo que me ha hecho replantearme muchas cuestones de mi sexualidad. Curiosamente, ser cliente de prostitución, en lugar de afrimarme en mi supuesto dominio patriarcal, me lo ha cuestionado. Y, a la vez, me ha hecho abrirme a formas distintas de entender mi sexualidad.

Por ejemplo, el enorme placer de no correrme, y que sin orgasmo explosivo y sin eyacular haya podido alcanzar niveles de placer a los que creía que no podía acceder.

Se llamaba Ariela o Aryel. Era italiana-turca o quizás más. Llevábamos más de una hora teniendo sexo, muy fuerte, mi cuerpo estaba agotado, había llegado a un esfuerzo físico muy superior al que estoy acostumbrado por las diferentes posturas y la intensidad. No podía más, y la erección empezó a ceder. Ella lo fue notando, y empezó a hacerme un francés, para recuperarme. Lo hacía puntualmente, pero ya no podía volver al coito. En cuanto salía de su boca, perdía la rigidez necesaria.

Me abrazó y me recostó. Empezó a abrazarme. Yo acariciaba y besaba su pecho mientras ella me masajeaba y me masturbaba. Mi cuerpo fue entrando en un estado como de trance, de placer que no cesaba pero tampoco explotaba. Me fui convirtiendo casi en un bebé en sus brazos. Totalmente vulnerable, totalmente a su merced, y a la vez, totalmente cuidado. Notaba su cariño, su afecto. El refugio que era para mi.

Sin palabras, se tumbó a mi lado, sin separarse de mi.

Me sentía totalmente completo.

Y, como siempre, sólo puedo dar las gracias.

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